domingo, 4 de marzo de 2012

La tragedia que conmovió al país y que aún abre varios interrogantes


Domingo, 04 de marzo de 2012

Mirna Rivero tenía apenas 10 años cuando el mediodía de aquel 5 de julio de 1988 el transporte escolar de la empresa Esquiú la recogió de su casa de Chaco 323, en Granadero Baigorria, para llevarla al colegio Nuestra Señora de los Milagros, de Capitán Bermúdez. Nunca llegó a destino. El micro dobló por Remedios de Escalada y al cruzar la vía, un convoy de la línea General Belgrano con 33 vagones de carga lo embistió. Fue a las 12.50. El transporte, conducido por Rubén Germán Tuero, de 37 años, llevaba más de 40 niñas a bordo, y fue arrastrado por la formación unos 150 metros.

  La escena fue apocalíptica, y así la describía La Capital en su tapa del 6 de julio: “Restos del colectivo diseminados entre las malezas al costado de los rieles y la masa informe de la carrocería yaciendo junto a los vagones del convoy ya detenido daban claro testimonio de la magnitud del desastre, mientras efectivos policiales trataban de ordenar el pronto socorro de los sobrevivientes”. Dentro del diario, el artículo ofrecía más detalles: “Mientras el patético sonido de las sirenas policiales y de las ambulancias poblaba el ambiente, se sucedían escenas desgarradoras de parte de los padres de las pequeñas, de vecinos que acudían al lugar a prestar ayuda, y del personal de la escuela”.

  La primera información daba cuenta de cuatro víctimas fatales. Se trataba de María Eugenia Sequeira, de 7 años, Carolina Castellá, también de 7, y Mirna. La cuarta víctima no se podía identificar porque estaba irreconocible. En rigor, se había podido rescatar sólo un 30 por ciento de su cuerpo. Un día después, se sabría que esos restos no correspondían a una cuarta víctima, sino a fragmentos del cuerpo de la misma Mirna, que así fueron entregados a sus padres.

  El hecho generó una verdadera pueblada. Los vecinos se abalanzaron sobre las vías y con distintas herramientas empezaron a levantar los rieles. La indignación no tenía límites, por cuanto hacía 40 años que se estaba reclamando una solución a un corredor tan peligroso, y a pesar de que habían sucedido otros accidentes, nunca se había vivido uno de tal magnitud. Aquel día, entre las 17 y las 21.45 se sucedieron reclamos y acciones en el lugar del accidente, y comenzaba un conflicto que se prolongaría durante muchos días, al punto que los gremios ferroviarios llegaron a declarar una huelga general en todo el país.

  Todas las chicas fueron trasladadas al Policlínico Eva Perón y luego derivadas a distintos centros asistenciales de acuerdo a la gravedad de sus cuadros, algunos muy severos. Es que, a pesar de que en un principio las víctimas fatales eran tres, seguían graves en el Hospital Vilela: Nancy Miguel, Florencia Martín y Carolina Sapera, las tres de 9 años.

  Dos días después del accidente, Rubén Germán Tuero, chofer de la empresa, prestaba declaración ante el juez federal Omar Flores, quien también indagó al maquinista del tren, Juan Omar Tomás. Este último recuperó la libertad, mientras que el primero quedaría detenido bastante tiempo más.

  Corría la tarde del viernes 8 de julio cuando murió Carolina Sapera, mientras que Florencia Martín permanecía en coma de grado cuatro. Además de las hasta entonces cuatro niñas muertas, se contabilizaban 30 heridas. A las 7.30 del sábado 9 moría, también en el Vilela, la quinta y última víctima fatal del accidente, Florencia Martín.

  Pese al compromiso de levantar las vías y después de que el gremio La Fraternidad planteara sus reparos por aquella medida, personal del Ferrocarril General Belgrano reparaba las vías dañadas por los vecinos bajo una abierta hostilidad de los habitantes de Capitán Bermúdez, que se enfrentaron incluso con la policía.

  El 21 de julio, los ferroviarios cumplían su paro. Dos días después, el juez Flores dictaba la prisión preventiva por homicidio y lesiones culposas al conductor del ómnibus.

  Veinte días después del accidente, la línea General Belgrano comenzaba a instalar barreras frente al paso a nivel donde se produjo la tragedia. Pero a esa altura, la información se iba diluyendo, los medios buscaban otras urgencias y el caso quedaría en los archivos personales y en la mente de los memoriosos.

http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2012/3/edicion_1216/contenidos/noticia_5321.html

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